para no escuchar la música de los encantadores,
    del diestro en hechizos.

Rómpeles, oh Dios, los dientes;
    ¡arráncales, Señor, los colmillos a esos leones!
Que desaparezcan, como el agua que se derrama;
    que se rompan sus flechas al tensar el arco.

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